Hay ciertas noticias del mundo que son un real ejemplo a seguir. Sólo se necesita buena voluntad de vecinos y autoridades para poder llevarlo a cabo.

En el barrio de Buderim, Australia, sus veredas y espacios públicos demuestran lo que el poder de la comunidad puede lograr. Todo comenzó como repuesta a los altos precios de los limones en la ciudad de Queensland, entonces un grupo de vecinos se juntó y decidió plantar un limonero en la vereda. Siete años más tarde, todo el barrio está lleno de árboles frutales y verduras orgánicas totalmente disponibles para aquellos que deseen simplemente cosecharlas y utilizarlas.

El proyecto se denominó Calle Urbana de Alimentos y el movimiento que comenzó con un simple limón hoy ya reúne a 200 familias, dispersas en 11 calles. Sólo en 2015, la iniciativa fue capaz de producir unos 900 kg de bananas, más una cantidad enorme de lechugas, acelgas, tomates, limones, manzanas y mucho más hortalizas y frutas. La receta para el éxito es la participación activa de toda la comunidad.

El barrio Buderim se ha convertido en una verdadera huerta gigante a cargo de la comunidad. Los jardines han sido transformados en huertas y flores, con grandes maceteros y árboles frutales donde pululan niños, adultos y pájaros atraídos por la fruta. En una entrevista con ABC de Australia, Caroline Kemp, una de los creadoras del proyecto, explicó que la calle alimentaria urbana cambió la cultura local.

“Uno de los problemas con la cocina es que nunca se tienen las hierbas que uno necesita a las ocho de la noche, pero ahora tenemos de todo en el barrio, solo hay que salir a la calle y tomar lo que uno necesita para su comida”, dijo el co-fundador Duncan McNaught.

Además de la comodidad de tener siempre a mano alimentos, McNaught también hace hincapié en el impacto ambiental y personal que proporciona la agricultura urbana. Mantiene a la comunidad unida, al mismo tiempo que nos proporciona alimentos de calidad y más saludables, también se ahorra en petróleo, mejora la calidad del aire en el barrio y beneficios múltiples.

Cualquier persona en el vecindario puede beneficiarse de lo que se produce sin ningún tipo de restricción. Caroline explica que incluso la gente que ha plantado dentro de sus propiedades da libre acceso a los vecinos de tomar lo que necesiten, entre todos se coordinan para mantener el banco de semillas, repartirse las tareas de siembra y cuidados y gestionar el tema del agua para el riego.

Desde el comienzo de este proyecto de agricultura urbana, el barrio ha cambiado estéticamente, pero sobre todo ha cambiado el estilo de vida de los residentes.

¿Estamos a años luz de poder hacer esto en la Argentina? Sería una concreta solución a la alimentación, las familias beneficiadas gastarían menos dinero y se los estaría educando a cosechar su propio alimento. Ojalá pronto dejen de ser casos aislados y barrios enteros puedan disfrutar de estos beneficios. Quizás no esperar la decisión de las autoridades y ser los propios vecinos los que tomen la decisión y comiencen a hacerlo.

El cambio de hábitos es posible y lo logramos entre todos!